domingo, 17 de marzo de 2013

Ithirïe

La primera vez que vi las enormes pirámides de Ithirïe me quedé impresionada.
Por su fachada ascendían, sinuosas, las enredaderas y el musgo. Conté hasta cuatro pirámides que se alzaban, orgullosas, hacia el cielo de Ithirïe. Cuando salimos de la densa vegetación que rodeaba a las pirámides, pude observar que entre las estructuras había una especie de plaza inmensa que llenaba el espacio que separaba las pirámides. Estaba hecha de una material marmóreo y, en el centro, había un dibujo tallado en muchos colores pero no pude identificar qué era exactamente. Parecía una especie de serpiente, pero no estaba segura. Mientras, el sol del atardecer lo bañaba todo con su luz anaranjada. Lo más extraño era que no se oía absolutamente nada, sólo el susurro del viento entre las hojas y alguna que otra ardilla que enredaba con las ramas en el bosque que quedaba a mis espaldas, y que rodeaba a las pirámides y la plaza. La voz de la mujer me sacó de mis ensoñaciones, susurrando:
-Escúchame bien, y haz caso de lo que digo, yo ahora tengo que irme pero, pase lo que pase, no salgas de aquí hasta que te vuelva y te haga una señal. Aún no conoces a mi pueblo y has venido, digamos... En un momento delicado.

Me quedé muy intrigada con aquello y un poco molesta de que aquella mujer me hablase en un tono tan autoritario, pero le prometí que lo haría: "Tengo que hacer caso de ellos, que ya conocen este extraño mundo, hasta que aparezca Atlantia..." pensé, suspirando resignada.
La mujer se volvió con la cesta y yo volví la vista de nuevo hacia la plaza. De repente, me di cuenta que no sabía su nombre y, cuando me volví para preguntarle... Había desaparecido. 
Suspiré, resignada: "Vale, todo muy lógico" pensé con ironía. Pero, ¿qué era lógico en todo aquello? De repente, una imagen de mis padres apareció en mi mente, y la preocupación me visitó desde que había llegado a Acuarïe. Estarían buscándome... Tenía que hablar con Atlantia y regresar a mi mundo para hacer, al menos, acto de presencia. Pero, ¿cómo?
Escuché el sonido de un instrumento, era de percusión y tenía mucho ritmo. Luego, otros instrumentos se unieron y la canción adoptó un ritmo más moderno, más... más... humano. Una voz masculina pero extrañamente joven comenzó a cantar algo sobre pasar el limbo y me volví hacia la plaza, en el medio de la cual había un grupo de mujeres que danzaban de manera muy parecida a los africanos, era un baile con mucho ritmo y las mujeres lo marcaban muy bien. En sus manos y pies relucían, hermosas, unas pulseras de oro que tintineaban a cada movimiento. 
Busqué de donde provenía la voz y vi en lo alto de una de las pirámides de la derecha una figura que comenzaba a bajar al mismo ritmo de la música por las escaleras de la pirámide que daban a la plaza. De las otras pirámides empezaron a bajar más personas, niños, mujeres, hombres... Todos moviéndose totalmente sincronizados y de manera espectacular. 
El ambiente que se había creado en la plaza era increíble y, aunque no eran muchos, yo conté unos doscientos, con sus movimientos llenaban la plaza y hacían que mi cuerpo quisiera moverse al mismo ritmo que el de ellos. 
En ese mismo instante, una cara conocida se acercó al límite de la plaza en la que estaba yo, escondida entre los troncos de los árboles. La mujer que me había encontrado, junto con otras cinco, colocó las manos en el suelo y yo me quedé petrificada, porque, bajo sus manos, el material marmóreo se partió y, de las grietas surgieron unas serpientes, dos por cada mujer, que se enrollaron en sus manos.
Yo me tapé la boca para no gritar, mientras veía cómo las serpientes se enrrollaban en el talle de las mujeres y cómo estas se dirigían hacia el centro de la plaza, donde los bailarines abrieron un espacio central, en el que las mujeres se colocaron. 
Ellas abrieron los brazos, las serpientes se deslizaron por los troncos femeninos para continuar por los brazos y terminar uniéndose con la serpiente de la otra mujer que tenían al lado. Así, se terminó formando un enorme círculo, ya que los reptiles eran muy largos, cuyos componentes eran las mujeres y las serpientes. La figura que bajó anteriormente por la pirámide se colocó en el centro del círculo, no sin antes pasar bailando el limbo por la unión que formaban las serpientes de la mujer a la que yo había conocido y otra que estaba a su lado de pelo castaño. 
Me di cuenta, aunque estaba lejos, de que la figura tan sólo era un chico que parecía de mi edad, quizás uno o dos años mayor que yo y que, a sus espaldas, comenzaron a abrirse dos preciosas alas traslúcidas de color verdoso. Me di cuenta de que estaba ante Bella Gente y que ellos habían sido los primeros a los que había visto las alas, ya que el resto de la multitud también había comenzado a desplegar sus alas. Algunos se alzaron, flotando levemente en el aire, mientras seguían bailando al ritmo de la música y de la voz de aquel chico. 
De repente, una fuerza misteriosa, no sé si fue la música, no sé si fue la mujer, me empujó a caminar hacia el círculo mientras sentía cómo Mireia (ya había aprendido a identificarla en mí) se agitaba, nerviosa y excitada, porque intuía que algo excepcional iba a pasar. 
Así fue, me dirigí hacia el círculo y pasé bailando perfectamente el limbo, bajo la misma unión que había elegido el chico. Miré a la mujer a los ojos y esta me respondió moviendo la cabeza hacia el chico que estaba en el centro del círculo.
Yo me giré y...
El corazón se me paró.
Dos ojos verdes impresionantes me miraron, inquisitivos y divertidos, los cuales estaban enmarcados en un bello rostro, que estaba rodeado por el cabello más sedoso y bonito que hubiera podido ver jamás. Era del color de la tierra, oscura, pero también clara. 
Se acercó a mi y cuando me cogió por la cintura, mis pensamientos se dividieron en dos, uno venía de mi sentido común: "¿Qué hace? Muchas confianzas tiene este contigo para cogerte así, como no te suelte verás..." Sin embargo, mi corazón decía: "Déjate llevar, ¿qué más da?" Y, como siempre, ganó el corazón al sentido común. 
Me dejé guiar por su baile y por sus ojos, que se clavaban en los míos. Dimos vueltas por el círculo siguiendo la música y su voz y, cuando la canción terminó, él me soltó, dejándome en medio del círculo. Vi cómo las serpientes bajaban del círculo y cómo se enrollaban en sus alas, las que aguantaron estoicamente. El chico de ojos impresionantes dijo algo en un idioma desconocido y los presentes gritaron algo que sonó a: 
-¡REY SERPIENTE! ¡REY SERPIENTE! 
Parece que mi cerebro despertó y pensé, alegrándome de saber que aún era yo y que aquel chico no me había hecho perder la cordura: "Mucho no se han currado el nombre, la verdad" 
La música se desvaneció y, con ella, las serpientes. 
El chico se volvió hacia mí y dijo:
-Saludos, chica nemhirie. Me presento, mi nombre es Sheren y soy el rey de este reino, de Ithirïe.- ¡Era rey! Pero... ¿no era muy joven para serlo? Pero claro, aquello era otro mundo, no seguían los mismos criterios que en el mío, que en el de los humanos.- Supongo que ya habrás conocido a mi consejera mayor, Nirela. 
La mujer del pelo negro asintió educadamente. Yo conseguí sonreír, ante todo aquel cacao mental, mientras intentaba asimilar la información:
-Te damos la bienvenida a Ialanthilïan, el reino de la Bella Gente. 
-Gra... gracias...- murmuré, sonrojándome, tenía a todo un pueblo pendiente de mí. 
-Ahora te toca a ti, dinos, ¿cómo te llamas?- se acercó a mí y casi me perdí de nuevo en sus ojazos. ¿Así cómo quieres que conteste?
-Me llamo... Ciel... Bueno, Aqua- mejor seguir manteniendo mi identidad.- Soy humana, estaba paseando por la playa cuando, de repente, he aparecido al lado de un gran lago aquí, en este bosque. 
Sheren arrugó su frente, en un gesto de confusión, y dijo, volviéndose hacia Nirela:
-¿Playa? Normalmente aparecen cuando están en un bosque ¿no?
-Así es, mi señor. Pero recuerde que estamos en pleno verano nemhirie, y esta época es muy confusa para la magia. 
-Es verdad... Es verdad...- dijo el joven monarca, asintiendo, luego se dirigió hacia los presentes y dijo, en voz alta y enérgica.- Doy por concluida esta ceremonia, gracias por aceptarme como vuestro rey y...
Dijo unas pocas palabras más en el extraño idioma y sus súbditos lo aclamaron en el mismo idioma. Luego, desaparecieron tan rápido en el bosque como habían llegado, unos volando, otros a pie. 
Nos quedamos solos en la plaza Sheren, Nirela y yo. El rey dijo:
-Nirela, ordena que preparen una habitación a Aqua, mañana será otro día. 
Ella pareció confusa y me miró:
-Pero... ¿no la vamos a llevar de vuelta a su mundo?- me estaba empezando a cabrear; ¿decidían mi futuro como si yo no tuviera ni voz ni voto? Además, si me llevaban de nuevo al mundo nemhirie, ¿cómo iba a volver con Atlantia?
Sheren la miró fijamente y yo me di cuenta que Nirela parecía mucho más joven de lo que parecía, quizás dos o tres años mayor que Sheren y yo. El chico le dijo:
-No de momento, tengo que preguntarle algunas cosas antes de eso. Además, ¿no sabes la nueva ley de Titania?
Nirela pareció confusa y dijo:
-No.
Sheren fue cortante:
-Pues te informas... Ahora, por favor, ¿puedes ir a hacer lo que te he dicho?
Nirela cerró la boca, que se le había quedado abierta por la impresión y dijo, seria:
-Está bien, majestad- se dio media vuelta, no sin dedicarme antes una mirada de... ¿Rencor? ¿Envidia? ¿Venganza? Ya me había ganado una enemiga en aquel mundo; "perfecto" pensé, irónica. La voz del rey me sacó de mis pensamientos:
-Perdónala, a veces es un poco... Como decirlo... Áspera.
-Cuando me encontró parecía amable- dije, y no era mentira, parecía una persona simpática.
-Ya, supongo, es una costumbre aquí en Ithirïe recibiros... Recibir a los humanos con hospitalidad. Luego, con el paso del tiempo, algunos pierden las buenas formas...- dijo, con los ojos en blanco. Yo sonreí, me caía bien Sheren, era muy sincero.- ¿Me acompañas?
Yo asentí y lo seguí hasta el bosque. Paseamos en silencio, mientras la noche caía sobre Ithirïe. Yo miraba de reojo a Sheren y observaba su perfil, aún no me creía que aquel chico fuera rey de aquel reino verde, supongo que me acostumbraría a aquellas locas costumbres (viva la redundancia). Suspiré en silencio, mientras observaba sus alas a escondidas.
Unos minutos más tarde, al llegar a un claro, Sheren paró y yo le miré:
-Vale, Aqua, seamos realistas y dejemos de fingir...- me miró fijamente y yo me hundí en su mirada esmeralda.- Sé que no eres quien pareces ser...

Continuará... 

viernes, 1 de marzo de 2013

Ialanthilïan

Bueno... Ahora viene la parte confidencial, el "top secret" de Acuarïe: El entrenamiento al cual me sometí con Atlantia de mentora para controlar mis poderes y saber cómo usarlos. Juré que no revelaría nada sobre él y debo de mantener mi promesa, lo único que puedo decir que fue increíble, magico, impresionante... Me sentí muy a gusto conmigo misma y, sobre todo, con Mireia, me ayudaba en todo lo que podía, pero sin salir jamás de nuevo como cuando había aparecido en mi cuerpo ante Atlantia, la primera noche que pasé en Acuarïe. 
Aprendí a manejar mis poderes tal y como lo hacía Mireia cuando... Bueno, cuando tenía un cuerpo propio. A veces, caía rendida ante tanto entrenamiento y al día siguiente no podía casi moverme, ahí Mireia también ayudaba mucho, parecía transmitirme parte de su fuerza y voluntad. En el fondo, estaba bien haberla conocido, yo estaba muy agradecida con ella y, aunque nunca lo dije en voz alta, estaba segura de que ella lo sabía... ¡Pirañas! Estaba dentro de mí, compartía sentimientos y emociones con mi verdadero 'yo'.
Tan sólo puedo decir que tardé varios meses en dominar medianamente bien mis poderes (aún todavía hoy los estoy refinando, como se suele decir) como para poder salir de Acuarïe a Ialanthilïan, y aquí comienza mi parte favorita de la historia, la acción.

Espero que recordéis que, al principio, os hablé de que en Acuarïe, había una especie de templo griego con columnas de mármol blanco que reflejaban la luz del sol, yo nunca había entrado allí, nunca hasta esa tarde, cuando Atlantia me llamó para comunicarme algo muy importante.
Estaba sentada en la sala principal, la mayor y más majestuosa sala de su palacio, en un trono de piedra de color azul oscuro que, al principio, me dio mala impresión, no sé por qué, pero, al verlo, creí vislumbrar la sombra de un recuerdo fugaz en mi mente... ¿O tal vez en la de Mireia? Creí vislumbrar pena, rabia, indignación... Creí escuchar el susurro de una voz en mi oído: "Antigua, yo soy la antigua..." Un escalofrío me recorrió la espina dorsal y, aunque la sala estaba iluminada bellamente a través del techo de cristal, parecía que los rayos del sol se resistían a tocar aquel trono, y los que lo hacían, parecían desvanecerse lentamente, consumiéndose... La voz de Atlantia, afortunadamente, me sacó de mis sombríos pensamientos:
-Bueno, Aqua, creo que has progresado bastante, aún te queda mucho por aprender pero hay que reconocer que eres inteligente y creo que eso te vendrá muy bien porque, como dice ese refrán nemhirie: "Más vale maña... que... que... ¿puerta? ¿tuerta?" 
Yo sonreí para mis adentros y dije:
-Más vale maña que fuerza, majestad.- Parecía que Atlantia no dominaba aún el lenguaje nemhirie, al menos, lo intentaba, mientras que ella me enseñaba a luchar, yo le mostraba algo de los nemhiries.
-¡Eso! Gracias, Aqua. "Más vale maña que fuerza", "más vale maña que fuerza"...-repitió, en voz baja, luego continuó.- Bueno, pues creo que estás preparada para salir de Acuarïe y conocer el resto de Ialanthilïan.
Debí poner tal cara de susto y sorpresa que enseguida añadió, sonriendo:
-No te preocupes, yo estaré contigo. Nuestro mundo es un gran mundo, lleno de gente de todas clases... ¡Oh!- Atlantia pareció acordarse de algo importante.- Una cosa importantísima si quieres integrarte y sobrevivir en Faerie, jamás, y repito, jamás, te dirijas a nadie con la palabra "hada", es un insulto para nosotros que nos llamen así.
-¿Entonces?- no podía creérmelo, me había pasado toda mi vida insultando a estos seres alados llamándoles "hadas".
-Nosotros nos hacemos llamar "Pueblo Bello" o "Bella Gente".
Memoricé el nombre y, después, seguí a Atlantia fuera de la sala, de verdad, os juro que sentí como si me quitaran un peso de encima cuando dejé de ver el trono, qué horror.

Seguí a Atlantia hasta el templo griego y, una vez allí, caminamos entre dos grandes columnas de la entrada para pasar a una gran sala oscura tan sólo iluminada por una luz turquesa que desprendía un pequeño lago (¡Sí! Un lago bajo el agua como si estuviera en tierra seca) que había en el centro de la gran sala. Las paredes estaban decoradas con más dibujos como los que se reflejaban en el suelo en el pasillo del palacio, parecían querer salir de las paredes de mármol y atraparme en sus desconocidos mundos. Atlantia me llevó hasta el lago y, juntas, observamos las aguas sin fondo hasta donde nos alcanzaba la vista, unos pececillos de colores nadaban en él y mi reina murmuró:
-Ilanthilïan está dividido en seis mundos: Acuarïe, nuestro hogar, el reino de las tranquilas y bellas aguas, Ithirïe, reino de los densos bosques y las pirámides, Lunarïe, reino de la noche perpetua, su antagonista, Solarïe, el reino de los seis soles y el día perpetuo, Airïe, el reino del dulce y fresco aire, y Firïe, el reino del fuego. Este era antes el Reino Blanco, el reino de la nieve pura y fría, y se está transformando en el reino del fuego, pero esta es una larga historia- miré de nuevo al lago y conté que, extrañamente, había cinco peces, cada uno de un color distinto.
Atlantia calló, supuse que fue para, una vez más, dar emoción y dijo: 
-Ahora, Aqua, vamos a viajar desde Acuarïe a alguno de estos reinos, el Lago de la Ida es caprichoso y vulnerable, así que no sé dónde nos puede enviar.- "Gracias, eso me tranquiliza" pensé, irónica.- Cuando yo te diga, salta al lago, quédate quieta y, pase lo que pase, no abras los ojos. 
Yo asentí, nerviosa y coloqué un pie más adelantado que el otro, para poder lanzarme al agua mejor. Vi cómo Atlantia hacía aparecer su máscara de la nada y yo le miré, interrogante:
-Tú puedes respirar aquí, en Faerie y en el mundo nemhirie, pero yo no.- Claro, ella era acuarïe por completo, no tenía nada de nemhirie, aunque eso de ser medio nemhirie en los poderes no influía positivamente, en el tema de la respiración sí. No todo iba a ser malo.
La reina de Acuarïe se terminó de colocar la máscara y dijo:
-Ahora.
Me impulsé hacia delante y caí en el lago limpiamente, casi sin salpicar, cerré los ojos y sentí las ondulaciones del agua junto a mí, Atlantia ya estaba dentro también. Cerré los ojos y comencé a sentir los pequeños peces nadar a mi alrededor, la luz del lago pareció aumentar de intensidad y yo cerré los ojos con más fuerza. 
De repente, sentí un roce en mi mejilla y la luz me tragó.

Desperté con los cantos de los pájaros que rasgaban el aire y casi me cegué cuando abrí los ojos y el sol se reflejaron en ellos. Parpadeé hasta que mis ojos se acostumbraron a la claridad y me incorporé sobre los codos, encontrándome de cara con una gruesa raíz de un gran árbol que se hundía en la tierra fuertemente, se agarraba a ella. Me apoyé en la raíz y me senté con la espalda pegada a ella, preguntándome dónde me encontraba. A mi alrededor, árboles grandes de gigantescos troncos se elevaban sobre la tierra y los rayos del sol se reflejaban en el suelo y en el gran lago en cuya orilla me había despertado. 
Sobre mí, se extendía un gran cielo anaranjado de atardecer y, de repente, comencé a escuchar una voz femenina que cantaba un poco más allá. Me miré en el reflejo del lago, curiosamente, extrañamente y por alguna razón sin explicación, no estaba mojada, sino que mi ropa, un vestido de tirantas al estilo griego blanco-azulado, estaba complemente seca, como si jamás hubiera estado en un mundo submarino nadando en él como quien va tan tranquilo por su casa. 
Me dirigí hacia la voz y, un poco más dentro del bosque vi a una mujer vestida con una falda larga hecha de algún material muy fino y un top del mismo material que recogía frutos de un árbol. Tenía un pelo precioso negro e iba descalza, al igual que yo. Estaba de espaldas a mí y yo dije:
-¡Hola! ¿Puedes ayudarme?
La pobre mujer dio tal respingo que se le cayó la cesta y todo su contenido rodó por el suelo. Se dio la vuelta, me miró con unos grandes ojos oscuros y dijo:
-Vaya... qué susto... Hola, ¿quién eres?
En ese instante, me acordé de Atlantia, ¿dónde estaba? ¿Qué haría ella? ¿Revelaría su verdadera identidad si fuera yo? "Menos mal que iba a estar conmigo" de nuevo, la fantástica ironía... Finalmente, decidí optar por lo fácil:
-Me llamo Aqua, pero no sé cómo he venido a parar aquí, estaba paseando por la playa cuando de repente, he aparecido aquí- media verdad, media mentira. Me agaché y comencé a recoger la fruta, dejándola en la cesta, la mujer se agachó también y dijo, sonriendo:
-Entonces, tranquila, no eres la primera que apareces así porque sí aquí. Les pasa a varios nemhiri... esto... humanos...- ¡Claro! Podría seguir manteniendo mi papel de humana, podría hacerlo, sólo hasta que consultase a Atlantia. Fue ella quien me dijo que muchos humanos entraban en Faerie queriendo o sin querer (la mayoría sin querer), sólo estando en el momento y sitio adecuados.
-Vaya...- fingí sorpresa y dije.- Entonces, ¿dónde estoy?
La mujer terminó de recoger la última fruta y, cogiendo la cesta, se puso en pie, yo con ella. Me miró y dijo:
-Estás en Ialanthilïan, mundo de la "Bella Gente", concretamente en uno de los seis reinos de lo componen: Ithirïe.

Continuará...